UN BALLET NACIONAL CON VEINTIÚN AÑOS DE HISTORIA Y SIN PRESUPUESTO PROPIO

Cuando en abril de 2012 fui convocada por Ticio Escobar, entonces Ministro de Cultura, para dirigir el Ballet Nacional, una de las metas que nos propusimos en la Dirección General de Creación y Diversidad en la cual se inserta el Ballet, fue la elaboración de un Proyecto de Presupuesto del Ballet Nacional, para su inclusión en el Presupuesto Nacional 2013.

Desafortunadamente, los acontecimientos políticos del 22 de junio desajustaron todos los engranajes del funcionamiento estatal en aquel momento, tocándonos a los trabajadores de la cultura una de las peores partes: el nombramiento de Graciela Bartolozzi en sustitución de Ticio Escobar.

Desde la primera reunión que tuvimos con la sustituta de Ticio –con presencia de los bailarines– fue para todos evidente su ignorancia acerca de la naturaleza de la labor de la compañía, y su desencanto por el hecho de que no se dedicaba al cultivo del repertorio clásico, sino al lenguaje contemporáneo y a la creación de obras propias.

Aunque aparentemente luego se repuso del impacto que este conocimiento le produjo, y expresara en sucesivas ocasiones su apoyo y su compromiso de impulsar las gestiones necesarias para que el Ballet pudiera realizar sus actividades, su supuesto interés nunca se concretó en una gestión real. Es así que, la 1ª Gala de celebración de 20ºAniversario del Ballet, que tendría que financiarse con fondos del FONDEC, se realizó sin el esperado desembolso, con fondos privados que nunca se devolvieron a las gentiles personas que en su momento los proveyeron. Esto ocurrió así pese a insistentes notas y llamados de nuestra parte a Bartolozzi, y a que ella misma es quien preside el Consejo del FONDEC.

Mientras tanto, con Ana Mello –hasta entonces Directora General de Creación y Diversidad– elaboramos el proyecto de presupuesto del Ballet, cuyo monto total aproximado era de mil millones de guaraníes anuales. El proyecto contemplaba rubros permanentes para: doce bailarines, dos maestros de danza y un ensayador, personal administrativo y técnico, tres producciones anuales (con contrataciones de coreógrafos, compositores y diseñadores incluidas), equipamiento de luces y sonido, pasajes y viáticos para giras, becas de trabajo para pasantes, y otros.

Este proyecto fue presentado a Bartolozzi para su aval el 24 de octubre. Nuevamente sonrió prometiendo llevarlo al Congreso, y… nada.

Ante tal falta de gestión, en los primeros días de noviembre tomé la iniciativa de llevar personalmente el proyecto a la Comisión de Cultura del Senado, a través de la senadora Iris Rocío González, quien se comprometió a su presentación. Sin embargo, unas semanas después, por situaciones de nuevo relacionadas al ahogo presupuestario al que se sometía al Ballet, me vi forzada a cancelar la 2ª Gala, determinación que provocó mi destitución. Desconozco hasta la fecha en qué cajón feneció el proyecto de presupuesto para el Ballet Nacional.

De este modo, el Ballet Nacional, compañía que durante veintiún años ha desempeñado una labor artística sostenida y de difusión de la danza en gran parte del territorio paraguayo, no tiene ley de creación ni cuenta con presupuesto propio. El elenco trabaja en la precariedad, con rubros para pagar salarios de nueve bailarines y de algunos funcionarios administrativos; no se cuenta con rubro para maestros ni coreógrafos, así como tampoco hay previsión de los costos de las producciones artísticas anuales. Para esto último se ve en la necesidad, año con año, de bregar para obtener apenas lo mínimo.

El día de ayer fue difundida por las redes sociales una información según la cual el 6 de agosto próximo el Congreso daría sanción automática a una ley de creación de la “Compañía Nacional de Ópera dependiente de la Secretaría Nacional de Cultura”, con un presupuesto de 5.000 millones de guaraníes anuales.

Ya en los meses pasados, Bartolozzi lanzaba “al estrellamiento” a otros tres elencos también dependientes de esta Secretaría: Ballet Folklórico, Banda Folklórica y CompañíaNacional de Teatro. De un plumazo, y sin que la ciudadanía, y más concretamente la comunidad cultural, sepan con cuál presupuesto.

La política cultural a la bartola sigue su curso, con la connivencia del Congreso. ¿Lo permitiremos?

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